El escándalo de los millones gastados en arte contemporáneo decadente
- Arson .
- 17 feb
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Actualizado: 24 feb
El escándalo de los millones gastados en arte contemporáneo decadente: cuando el Ministerio de Cultura financia el absurdo.
La expresión de la decadencia intelectual
El escándalo de los millones gastados en arte contemporáneo decadente.
El Ministerio de Cultura, que se supone que es el guardián de nuestro patrimonio artístico y el promotor de la creación, se encuentra hoy (como desde hace mucho tiempo) en el origen de un escándalo financiero e intelectual. Con un presupuesto de 4,5 millones de euros asignados a organizaciones como los FRAC (Fondos Regionales de Arte Contemporáneo), los CRAC (Centros Regionales de Arte Contemporáneo), los CAC (Centros de Arte Contemporáneo) y otras estructuras similares, uno tiene derecho a preguntarse a dónde va el dinero público. Porque lo que estas instituciones pretenden promover bajo el nombre de arte contemporáneo parece más un gran engaño que una verdadera promoción de la cultura.
¡La expresión de la estupidez snob o cómo permanecer asombrado frente a montones de piedras!
El arte contemporáneo o la apología del absurdo
Lo que llama inmediatamente la atención es la naturaleza de las obras financiadas con estos fondos públicos. Barras de hierro oxidadas tiradas en el suelo, estructuras improbables sin cabeza ni cola, instalaciones que desafían toda lógica estética o conceptual... Esto es lo que se pide al contribuyente que financie. Estas obras, a menudo carentes de significado aparente, requieren de discursos ditirámbicos por parte de los comisarios o comisarios de exposiciones para intentar darles legitimidad. Asistimos entonces a un ejercicio de contorsión intelectual en el que explicamos, con la fuerza de la jerga, por qué un montón de residuos industriales o una silla volcada serían en realidad una crítica profunda a la sociedad posmoderna.
Las sugerencias de Google son: "patio de recreo para niños". Él no reconoce la escultura...
El papel de los curadores: de transmisores de cultura a vendedores de viento
Los curadores, antaño respetados por su experiencia y su capacidad para arrojar luz sobre obras de arte auténticas, hoy se ven reducidos a jugar a ser adivinos . ¿Su misión? Encontrar sentido, profundidad, valor en creaciones que, sin su verborrea, serían precisamente lo que son: objetos sin interés. Esta situación no sólo es humillante para los profesionales del arte, sino también engañosa para el público, que se ve obligado a aceptar una visión del arte desconectada de cualquier realidad tangible.
Si no entiendes el arte contemporáneo decadente, mira esta imagen.
Un desperdicio de fondos públicos
Mientras se invierten miles de euros en estos oscuros proyectos, otros sectores de la cultura, como la conservación del patrimonio histórico, la promoción de las artes clásicas o el apoyo a artistas emergentes con talento, quedan atrás. ¿Cómo justificar tanto gasto en obras que, lejos de suscitar admiración o reflexión, provocan con frecuencia incomprensión o burla? Esta gestión financiera irresponsable plantea interrogantes sobre la gobernanza del Ministerio de Cultura y los criterios utilizados para conceder estas subvenciones.
¡Palabras clave de Google! ¿Estamos bromeando?
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Arte contemporáneo : una élite desconectada
Este escándalo pone de relieve un problema más profundo: la desconexión entre cierta élite artística esnob y especulativa y el público general. Mientras los franceses aspiran a una cultura accesible, enriquecedora y significativa, se ven obligados a aceptar obras que parecen diseñadas para una minoría iniciada, capaz de descifrar mensajes oscuros o extasiarse con una simple mancha de pintura. Esta división entre el arte contemporáneo institucional y el público es un amargo fracaso para una política cultural que se supone debe unir a la gente y elevarla.
Entre la curiosidad y los acontecimientos sociales, el arte contemporáneo decadente atrae.
Por un retorno al sentido común
Es hora de poner fin a este despilfarro financiero y reorientar los esfuerzos del Ministerio de Cultura hacia proyectos que realmente merecen apoyo. El arte debería ser un vehículo para la belleza, la reflexión y el compartir, no un pretexto para la experimentación narcisista o el desperdicio de dinero público. El FRAC, el CRAC y los demás CAC deben ser reformados a fondo para dejar de financiar el absurdo y centrarse en obras que homenajeen la creación artística en lugar de ridiculizarla. El público merece algo más que rejas de hierro y discursos vacíos: merece un arte que eleve el alma y justifique los millones gastados en su nombre.
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